Estrategia “de la granja al tenedor” deutsch
Existe un gran déficit entre la cantidad de alimentos que producimos hoy y la cantidad necesaria para alimentar a todo el mundo en 2050. En 2050 habrá casi 10.000 millones de personas en la Tierra, unos 3.000 millones más de bocas que alimentar que en 2010. A medida que aumenten los ingresos, la gente consumirá cada vez más alimentos de origen animal que consumen muchos recursos. Al mismo tiempo, necesitamos reducir urgentemente las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) procedentes de la producción agrícola y detener la conversión de los bosques restantes en tierras agrícolas.
Aproximadamente una cuarta parte de los alimentos producidos para el consumo humano no se consumen. La pérdida y el desperdicio se producen a lo largo de toda la cadena alimentaria, del campo a la mesa. Reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos en un 25% para 2050 reduciría la brecha alimentaria en un 12%, la brecha de tierras en un 27% y la brecha de mitigación de GEI en un 15%. Entre las medidas a tomar se encuentran la medición del desperdicio de alimentos, el establecimiento de objetivos de reducción, la mejora del almacenamiento de alimentos en los países en desarrollo y la racionalización de las etiquetas de caducidad.
Se prevé que el consumo de carne de rumiantes (ternera, cordero y cabra) aumente un 88% entre 2010 y 2050. La carne de vacuno, la más consumida entre los rumiantes, requiere un uso intensivo de recursos, 20 veces más tierra y emite 20 veces más gases de efecto invernadero por gramo de proteína comestible que las proteínas vegetales comunes, como las judías, los guisantes y las lentejas. Limitar el consumo de carne de rumiantes a 52 calorías por persona y día en 2050 -aproximadamente 1,5 hamburguesas a la semana- reduciría a la mitad la brecha de mitigación de GEI y casi cerraría la brecha de tierras. En Norteamérica, esto exigiría reducir casi a la mitad el consumo actual de carne de vacuno y cordero. Entre las medidas a tomar se incluyen la mejora de la comercialización de alimentos de origen vegetal, la mejora de los sustitutos de la carne y la aplicación de políticas que favorezcan el consumo de alimentos de origen vegetal.
¿Cuál es el tipo de explotación más rentable?
Ganadería lechera: La ganadería lechera es una de las ideas de negocio agrícolas más rentables. Además de leche, también produce estiércol. Hay una gran demanda de productos lácteos ecológicos durante todo el año, como leche, queso, cuajada, nata y mucho más.
¿Qué es el “capping” en agricultura?
¿Qué es el capping? El sellado consiste en colocar una cubierta sobre el material contaminado, como residuos de vertedero o tierra contaminada. Estas cubiertas se denominan “tapas”. Las tapas no destruyen ni eliminan los contaminantes. Lo que hacen es aislarlos y mantenerlos en su sitio para evitar la propagación de la contaminación.
¿Cuáles son las técnicas de reducción de costes en la agricultura?
Adoptar prácticas agrícolas sostenibles como el cultivo de cobertura, el compostaje y la utilización de fertilizantes naturales puede mejorar la salud del suelo y reducir los gastos relacionados con los fertilizantes sintéticos y los pesticidas.
Estrategia de la granja al tenedor
La agricultura ha cambiado radicalmente desde el final de la Segunda Guerra Mundial. La productividad de alimentos y fibras se ha disparado gracias a las nuevas tecnologías, la mecanización, el mayor uso de productos químicos, la especialización y las políticas gubernamentales favorables a maximizar la producción y reducir los precios de los alimentos. Estos cambios han permitido que menos agricultores produzcan más alimentos y fibras a precios más bajos.
Aunque estos avances han tenido muchos efectos positivos y han reducido muchos riesgos en la agricultura, también tienen costes significativos. Entre ellos destacan el agotamiento de la capa superficial del suelo, la contaminación de las aguas subterráneas, la contaminación atmosférica, las emisiones de gases de efecto invernadero, el declive de las explotaciones agrícolas familiares, el abandono de las condiciones de vida y de trabajo de los trabajadores agrícolas, las nuevas amenazas para la salud y la seguridad humanas debidas a la propagación de nuevos agentes patógenos, la concentración económica en las industrias alimentaria y agrícola, y la desintegración de las comunidades rurales.
En las últimas cuatro décadas ha surgido un movimiento creciente que cuestiona la necesidad de estos elevados costes y ofrece alternativas innovadoras. En la actualidad, este movimiento a favor de la agricultura sostenible está cosechando cada vez más apoyo y aceptación dentro de nuestros sistemas de producción alimentaria. La agricultura sostenible integra tres objetivos principales: salud medioambiental, rentabilidad económica y equidad social (Figura 1). Diversas filosofías, políticas y prácticas han contribuido a la consecución de estos objetivos, pero en la mayoría de las definiciones de agricultura sostenible se entretejen algunos temas y principios comunes.
Del campo a la mesa
Para 2030, garantizar sistemas sostenibles de producción de alimentos y aplicar prácticas agrícolas resilientes que aumenten la productividad y la producción, que ayuden a mantener los ecosistemas, que refuercen la capacidad de adaptación al cambio climático, las condiciones meteorológicas extremas, la sequía, las inundaciones y otras catástrofes, y que mejoren progresivamente la calidad de la tierra y el suelo.
En las mujeres, la anemia aumenta el riesgo de resultados maternos y neonatales adversos. Desde 2015, la prevalencia de la anemia en mujeres en edad reproductiva se ha estancado a nivel mundial, con más de 500 millones de mujeres de 15 a 49 años con anemia en 2019, lo que representa una prevalencia del 29,9% (29,6% en mujeres no embarazadas y 36,5% en mujeres embarazadas).
Se estima que 2.000 millones de personas, el 25,9% de la población mundial, se vieron afectadas por inseguridad alimentaria moderada o grave en 2019, frente al 22,4% en 2015. El aumento más rápido se registró en América Latina y el Caribe, aunque los niveles más altos se registraron en África subsahariana.
Estrategia “de la granja a la mesa
La agricultura está en el centro de nuestro sistema alimentario; a medida que crece nuestra población, también lo hace nuestra dependencia de ella para alimentarnos y nutrirnos. Para satisfacer esta creciente demanda, se calcula que la agricultura deberá producir un 60% más de alimentos en todo el mundo de aquí a 2050 (1).
Sin embargo, la agricultura, la silvicultura y otros tipos de uso de la tierra son actualmente responsables de casi una cuarta parte de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (2). Esto se debe principalmente a la deforestación y a las emisiones procedentes de la ganadería, la gestión del suelo y de los nutrientes (2).
Además de estas emisiones que contribuyen al cambio climático, nuestro sistema alimentario mundial es el principal impulsor de la pérdida de biodiversidad, siendo la agricultura por sí sola la amenaza identificada para el 86% de las especies en peligro de extinción (3). Las prácticas agrícolas actuales también suponen aproximadamente el 70% de todas las extracciones de agua dulce del mundo (4) y son responsables de enormes extensiones de tierra y de la degradación del suelo.
El secuestro de carbono en el suelo se ha sugerido como una posible forma de mitigar la creciente concentración atmosférica de dióxido de carbono (5). Los suelos son uno de los mayores reservorios de carbono del planeta (5), lo que significa que pueden retener carbono y evitar que entre en la atmósfera. Sin embargo, un tercio de las tierras de cultivo se ha degradado (1) debido a factores como la sobreexplotación agrícola, el sobrecultivo, el sobrepastoreo y la conversión forestal (6). Esta degradación de la tierra afecta al contenido de carbono del suelo y de los agroecosistemas asociados (5).